viernes, 25 de octubre de 2013

TALLER

Coordina:
 
Alejandra Barbich
Profesora de Filosofía, egresada de la Universidad de Buenos Aires (1987) y  Sicología (egresada 2013). Instructora de gimnasia de Centros de Energía (1993) Instituto YO SOY de Hugo Ardiles. 




TALLER:

Abriendo camino a las emociones a través del cuerpo

Este taller procuró el armado de un espacio vivencial de conexión con la energía vital en pos del bienestar de sus participantes.


Las emociones constituyen un elemento esencial de nuestra existencia. Modifican fisiológicamente nuestro organismo y dan matices a nuestras experiencias, alejándonos de un funcionamiento meramente mecánico. Las emociones son e-mociones, movimientos hacia fuera. Y es a través del movimiento como se expresa y desarrolla la energía vital. La carga bioeléctrica circula, se expande o se retrae, cambia de forma; y pasa, de ser un movimiento muscular a ser una tensión eléctrica, un fluido, sonido, movimiento, sensación, emoción.


Nuestra actividad psíquica parte de inervaciones sensoriales que reciben o captan estímulos internos y externos, y se traducen o terminan en inervaciones motoras. Nos vemos afectadxs por nuestro modo de percibir el mundo y por nuestros movimientos, en una interdependencia funcional. Nos replegamos frente a situaciones que percibimos como peligrosas, dolorosas o desagradables, mientras que nos desplegamos frente a personas o situaciones que nos proporcionan alegría y que consideramos positivas.




Freud afirma que el desarrollo cultural se puede caracterizar como la lucha por la vida de la especie humana. Esta lucha confronta a Eros y a Tánatos. Eros o pulsión de vida, con su tendencia a conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada vez mayores, se enfrenta a Tánatos o pulsión de muerte, que pugna por disolver esas unidades (Freud S., El malestar en la cultura, págs. 114-115). Según Freud, la cultura sería un proceso al servicio de Eros que procura reunir a los individuos aislados en familias, en etnias, pueblos, naciones, en lo que llamamos humanidad. Por dicho motivo, la pulsión de muerte se tornaría en un poderoso obstáculo para la cultura.


Ahora bien, en el marco de una cultura patriarcal y autoritaria, se produce el sometimiento a condiciones sociales y económicas que erosionan nuestra vitalidad y nos hacen perder la confianza. Los seres humanos hemos adoptado una actitud hostil a lo que está vivo dentro de nosotros mismos. Se produce un acorazamiento del carácter, base de la soledad, del desamparo, del miedo a la responsabilidad, de la angustia y de la miseria existencial, con resignación artificial y patológica (Reich W., pág. 16). La coraza caracterológica es una defensa contra la angustia y da como resultado rigidez de carácter, falta de contacto e “insensibilidad”. Es funcionalmente idéntica a la coraza muscular que es una defensa contra la irrupción de afectos y sensaciones vegetativas, especialmente la angustia, la rabia y la excitación.


Quienes estamos en la lucha por la abolición del sistema prostituyente, sabemos, además, de las historias difíciles y muy dolorosas de las mujeres prostituidas. Este sufrimiento y horror del núcleo mismo de la explotación nos conecta con la angustia, con la sensación de opresión y constricción. Este sufrimiento, extendido en el tiempo se “almacena” en el cuerpo y termina incapacitándonos para sentir placer. A través de la rigidización del cuerpo y el entumecimiento de los sentidos se forma una coraza, como estrategia de supervivencia para “dejar de sentir”.


Por este motivo procuramos a través del clima particular que nos da la música, generar inicialmente movimientos pautados con un trabajo intencional en partes determinadas de nuestro cuerpo para luego invitar a lxs participantes a dar rienda suelta a su expresión individual y grupal con miras a la creación de un espacio de intercambio y encuentro.


Consideramos que es un camino para la integración pisco-física y social que aspiramos alcanzar en una sociedad no autoritaria ni patriarcal, en la que los derechos humanos se puedan ejercer plácida y cotidianamente.









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