miércoles, 2 de abril de 2014

MESA 1 - EJE I



PONENTE:  Luciana Guerra


Lesbiana feminista. Profesora de Filosofía por la Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Integrante de la Campaña Abolicionista. 


PONENCIA: 

Notas lesbo-abolicionistas contra la reglamentada libertad de mercado sexual pro-sex


En el siguiente trabajo me propongo analizar y poner en cuestión algunas de las certezas políticas, filosóficas y estratégicas expresadas por las feministas y lesbianas feministas prosexo a partir de las cuales, por un lado, promueven la reglamentación de lo que denominan “trabajo sexual autónomo”, y por otro lado, inventan una ficción fundacional de lo que voy a denominar “el eterno abolicionista” a partir de una serie de desplazamientos y omisiones significativas.

Estas reflexiones las voy a llevar a cabo desde un enfoque lesboabolicionista para visibilizar, por un lado, que soy lesbiana, pero que a diferencia de las lesbianas pro-sexo, me inscribo en una perspectiva abolicionista desde donde pienso y cuestiono la prostitución en tanto institución paradigmática del sistema patriarcal-capitalista. Por otro lado, para visibilizar la historia de luchas y solidaridades entre las travestis, lesbianas y mujeres que formamos parte del movimiento abolicionista argentino. Con estas autovisibilizaciones pretendo dar cuenta de que nuestras experiencias de vida, nuestros activismos y nuestras acciones políticas no caben en el esquemático estereotipo del “eterno abolicionista” imaginado por la corriente prosexo.

Por último, considero fundamental destacar los silencios de las lesbianas feministas reglamentaristas pro-sexo respecto de un agente central en la trama de las relaciones de poder prostibulario como es el prostituyente-consumidor.

El texto a partir del cual voy a centrar mi crítica es la reciente publicación titulada Una proclama de lesbianas feministas prosexo a favor de las trabajadoras sexuales redactada por Valeria Flores y Noe Gal.

El debate sobre la prostitución genera virulentos intercambios. Escribo este trabajo, con el deseo de que podamos continuar este necesario y urgente debate respecto de la prostitución, pero tratando de enfocarnos más en argumentar y fundamentar nuestras posiciones promoviendo la reflexión colectiva que en el uso de la violencia simbólica.

I
La corriente prosexo y su ficción fundacional del “eterno abolicionista”




Como es sabido, existen tres enfoques para el abordaje político, jurídico y filosófico de la prostitución.

Por un lado, el prohibicionismo, que penaliza sin distinción a todas las personas que forman parte del mundo prostibulario. Tanto a los proxenetas rufianes y clientes-prostituyentes, como a las personas en situación de prostitución.

Otro enfoque es el Reglamentarista que promueve la regulación y/o normalización de la prostitución a manos del Estado legitimando esta institución como un trabajo con el fin de garantizar derechos laborales para las que se identifican como trabajadoras sexuales como así también para quienes no lo consideran un trabajo sino una violencia y se identifican como mujeres y travestis en situación de prostitución debido a la falta de igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo.

El tercer enfoque es el abolicionista que entiende a la prostitución como una institución donde se articula el sistema patriarcal y capitalista en la cual los cuerpos de travestis, mujeres y trans son considerados mercancías sexuales por las redes patriarcales y mafiosas que perpetúan su posición de poder económico y político en base a la explotación sexual ajena. Por tanto, el abolicionismo en disidencia con las posturas reglamentaristas y prohibicionistas, considera que es urgente y simultánea tanto la lucha contra la represión ejercida en nuestro país de forma sistemática hacia las personas en situación de prostitución, como la lucha contra toda forma de promoción, facilitación y explotación de la prostitución ajena, ya sea por parte de los Estados, de fiolos, proxenetas, organizaciones mafiosas, medios de prensa u otras formas de publicidad.

Luego de esta esquemática aproximación a los tres enfoques, quisiera visibilizar los desplazamientos y omisiones que lxs activistxs pro-sexo vienen realizando para producir, desde su postura anti-abolicionista, una monolítica construcción ficcional cristalizada en el “eterno abolicionista” que conduce a confundir intencionadamente nuestras posturas con la postura prohibicionista.

Hace tiempo Simone de Beauvoir analizó críticamente en su ensayo El Segundo Sexo el denominado “eterno femenino” para dar cuenta de que esa supuesta esencia o naturaleza femenina que nos confinaba a la cocina o al prostíbulo no era más que una construcción patriarcal, histórica, cultural que producía a la mujer en tanto que Otra. El “eterno femenino” era la ficción fundacional de un estereotipo que definía a la mujer no como un ser autónomo y libre sino como un ser relativo a los varones. Así ese nosotras era encorsetado en las monolíticas y violentas proyecciones de la mirada patriarcal colonizadora del cuerpo, la vida y la sexualidad de las mujeres.

Ahora bien, lo que en esta oportunidad quiero fundamentar, es que el eterno-abolicionista” ficcionado por la corriente pro-sexo también es una construcción que termina por invisibilizar nuestras voces, nuestras luchas, nuestras identidades y nuestros deseos sexuales. Considero que la mejor manera de hacer estallar los estereotipos-jaulas es expresándonos en primera persona, y eso es lo que voy a hacer en diálogo crítico con lo que se dice de nosotras…

En la proclama antes mencionada, leemos lo siguiente:

En la Argentina del matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, hoy se está librando una batalla silenciosa pública y moral altamente efectiva contra las trabajadoras sexuales, que tiene como palanca bélica a las políticas implementadas en la lucha contra la trata y la explotación sexual. Una palanca que se acciona desde una serie de presupuestos del feminismo abolicionista que termina contraponiendo los derechos de las trabajadoras sexuales a los derechos de las víctimas de trata. La trata requiere que se la persiga, el trabajo sexual requiere que se lo reconozca, dos políticas diferentes aunque articuladas, porque sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la esclavitud sexual y la trata de personas.



Por empezar, podemos detenernos en la afirmación de la cita respecto de que “el Estado está librando una batalla contra las trabajadoras sexuales.” Me parece que aquí, las compañeras no visibilizan que no sólo es contra las trabajadoras sexuales, sino también contra las mujeres trans y travestis en situación de prostitución que no se identifican como trabajadorxs. Al mismo tiempo, señalan que esa palanca bélica se acciona desde los presupuestos del abolicionismo que contrapone los derechos de las trabajadoras sexuales a los de las víctimas de trata.

Aquí aparece el primer desplazamiento ya que esta criminalización y violencia institucional que el Estado ejerce contra las personas en situación de prostitución, se identifiquen éstas como trabajadoras o no, no se basa en presupuestos abolicionistas, se basa en presupuestos prohibicionistas cristalizados en los fascistas códigos contravencionales.

Las abolicionistas luchamos contra la represión a las personas en situación de prostitución y contra estos códigos claramente prohibicionistas. Como sucedió en La Plata, hace muy poco, cuando la policía transfóbica se llevó presas a 16 travestis en situación de prostitución en la Argentina de la ley de identidad de género. Nosotras, lesbianas, travestis y trans abolicionistas, nos movilizamos hacia tribunales el 2 de septiembre para pedir por la libertad de las compañeras y para repudiar la criminalización de las identidades trans.

Otro punto de este fragmento que quisiera cuestionar es la certeza estratégica de que sacar de la clandestinidad el trabajo sexual es una forma de luchar contra la trata.

Si sacar de la clandestinidad significa despenalizar, terminar con la criminalización de las personas en situación de prostitución, podemos caminar juntas en esa lucha. Pero si sacar de la clandestinidad significa reglamentar la prostitución, se termina por legitimar los derechos patriarcales que la masculinidad hegemónica supo imponer con violencia y exclusión. Al mismo tiempo, reglamentar no es otra cosa que estatizar el proxenetismo, por lo cual lo que saldría de la clandestinidad es el carácter Proxeneta del Estado Argentino. A mi modo de ver, en el marco del sistema de explotación capitalista, reglamentar la prostitución significa garantizar derechos patronales para los proxenetas y derechos sexistas para los prostituyentes.

Yo, como mujer viviendo en un sistema prostituyente, puedo desaparecer en democracia como cualquier otra mujer. Porque como sabiamente dice Sonia Sánchez, todas tenemos cara de puta. Por eso la lucha contra la prostitución y la trata me atraviesa directamente. Pero en disidencia con la estrategia reglamentarista, considero que la mejor manera de luchar contra la trata es poner en cuestión a la institución de la prostitución, poner en cuestión a los consumidores-prostituyentes, poner en cuestión la feminización de la pobreza, la división sexual del trabajo y también los enormes financiamientos que recibe la RedTraSex cuya secretaria ejecutiva es Elena Reynaga, quien es al mismo tiempo secretaria general de AMMAR-CTA. Es decir, poner en cuestión la lluvia de dólares reglamentaristas que caen en la Argentina y Latinoamérica.

Otro punto a señalar de esta cita, es en relación a la afirmación de que el decreto presidencial que prohíbe la oferta de avisos sexuales borra a las trabajadoras sexuales de los medios de comunicación lo que implica una política de invisibilización. Es curioso, que las lesbianas feministas prosexo omitan, que en el rubro 56 los proxenetas y tratantes publicaban y promocionaban la explotación de la prostitución ajena y la esclavitud sexual. Esta omisión es significativa, ya que al defender el rubro 56, defienden también, muy a su pesar, los intereses económicos y patriarcales de proxenetas y tratantes.

Luego de estas afirmaciones, La Proclama continúa de la siguiente manera:

Este feminismo que sólo ve violencia en el sexo pago, víctimas o alienadas en quienes afirman ser trabajadoras sexuales, y sólo mujeres en el campo del trabajo sexual, cuando hay también varones, travestis y trans, termina siendo un feminismo antisexo, antiputa, victimista y mujerista.

Aquí aparecen muchas de las ficciones a partir de las cuales van construyendo el “eterno abolicionista”. Por empezar, dicen que sólo vemos mujeres en el campo del trabajo sexual. Podríamos señalar que quienes sólo ven mujeres en el campo del trabajo sexual son las sindicalistas de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina. En su mismo nombre se deja bien en claro que el trabajo sexual del que hablan es el de las mujeres. Así que esa crítica habría que dirigírsela a AMMAR-CTA.

Nosotras, las abolicionistas, por el contrario, somos travestis, lesbianas y mujeres hermanadas contra un sistema prostituyente que ha violentado y violenta nuestra corporalidad sexuada de múltiples formas. ¿Por qué la proclama invisibiliza a las compañeras travestis Lohana Berkins y Diana Sacayán enormes luchadoras abolicionistas? Por otro lado, ¿Realmente consideran que una compañera tan maravillosa y luchadora incansable como Sonia Sánchez es antiputa? ¿Por qué la proclama invisibiliza a las compañeras de AMADH (Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos) activistas incansables de la campaña abolicionista?

En esta heterodesignación de la mirada prosexo respecto de que las abolicionistas somos antiputas quisiera detenerme. Porque este planteo aparece también en otro texto de Morganita que circuló por las redes sociales titulado Algunas notas de una feminista pro-sexo y no-abolicionista que comienza de la siguiente manera “NINGUNA mujer nace para PUTA” NINGUNA PUTA. Ese es el subtexto de tan tajante afirmación. Resulta muy significativo, que la compañera pro-sexo, utilice el título del libro que Sonia Sánchez y María Galindo escribieron desde un enfoque profundamente crítico de la prostitución. Un libro que da cuenta de la solidaridad entre putas y lesbianas abolicionistas.

Quiero citar el modo en que Sonia se presenta en el libro para poner de manifiesto el mecanismo de invisibilización que plasma la feminista pro-sexo que escribió este texto, sobre una mujer como Sonia que piensa partiendo de su propia experiencia que la prostitución es un campo de concentración a cielo abierto. Sonia escribe:

Este libro es para mí una forma muy concreta de tener voz propia y no permitir que nunca más me la arrebaten bajo ningún pretexto. Las putas hemos puesto el cuerpo siempre para sobrevivir y luchar, pero nunca la palabra. La palabra puta ha estado para uso propio de otra gente, no nuestra. Yo la recojo no para definirme, sino para interpelarme a mí misma y para interpelar a otros y otras, a la sociedad y al Estado, y poner este espejo desde donde nos podemos mirar por fuera del sistema de control que nos mantiene allí. Las putas no tenemos marido, novios clientes ni amantes, tenemos fiolos proxenetas explotadores y chulos. Las putas no somos iguales, ni somos pares, esos términos son maquillajes y nosotras lo sabemos. Por eso te invito a desobedecer desde la esquina, desde la calle, porque es el único escenario de la vida que nos han dejado para sobrevivir.

No sólo la autora pro-sexo omite, invisibiliza y niega lo que Sonia Sánchez expresa con el título de su libro, sino que su voz, sus palabras, son apropiadas por la autora pro-sexo del texto para darles un nuevo sentido que se ajuste a los prejuicios a partir de los cuales colabora en el armado del “eterno abolicionista”. De este modo, podríamos decir que la autora pro-sexo, con sus omisiones, termina cayendo en una postura anti-puta-abolicionista. Pero la verdad, es que considero que los auténticos antiputas son los fiolos, los prostituyentes, la policía, los curas… Lamentablemente el accionar antiputa, misógino y transfóbico de estos actores patriarcales son nuevamente desplazados hacia la esencia que configura el “eterno abolicionista”.

Volviendo a la proclama, cabe señalar que, a pesar de que exige que sean escuchadas las voces de las trabajadoras sexuales, lamentablemente niega las voces de las travestis y mujeres que han estado o están en situación de prostitución y forman parte del movimiento abolicionista argentino. En este sentido, considero oportunas las palabras de Lohana Berkins expresadas en el 5to aniversario de la campaña abolicionista donde señaló que

Las marcas que deja la prostitución en nuestro cuerpo son de por vida. Porque no es como dicen algunas que es lo mismo ir a limpiar un baño. La mierda del baño no nos atraviesa, en cambio lo que nosotras vivimos en la calle sí nos atraviesa. El ministerio de salud gasta millones en enseñarle a las mujeres que se cuiden, por qué no le enseñan a los hombres que no consuman prostitución. (Berkins: 2012)

O las palabras de Diana Sacayán quien escribió en su facebook:

Mi historia prostibularia me hace entrar en crisis depresivas tremendas: Quienes creen que esto, es solo un detalle, en la discusión sobre la reglamentacion de la prostitucion .... Dejan de considerarce mis amig*s, mis compañer*s y colegas[1]

Y efectivamente, en la proclama, muy al pasar y ligeramente se refieren a las personas que no quieren permanecer en la prostitución en los términos de “las personas que lo viven mal”. Ese ligero “lo viven mal” muy poco refleja las voces de las compañeras que dicen que la prostitución es un campo de concentración a cielo abierto.

Por otro lado, la proclama, considera que cuestionar las raíces heterosexistas y homopatriarcales propias de la prostitución es ser antisexo. Antes el patriarcado decía que las mujeres se hacían feministas porque eran unas “mal cogidas”. Como bien a señalado la compañera feminista Delia Añon Suárez, hay una continuidad de estos planteos con la construcción prosexo de que las feministas nos hacemos abolicionistas porque somos “puritanas” y “antisexo” ya que consideramos “el sexo pago” como una forma de violencia sexual.

Desde este enfoque tenemos entonces que se califica de prosexo a quién reivindica y legitima el sexo pago, es decir, la prostitución. Por el contrario, se califica de antisexo a quién cuestiona la masculinidad hegemónica y sus sistemáticos rituales de poder patriarcal que se afianzan en el “sexo pago” en base a la histórica desigualdad económica entre varones y mujeres, varones y travestis.

El mecanismo del enfoque prosexo se basa en desplazar la noción de “sexo” a la de “sexo pago”, es decir, el sexo de la prostitución. No entender la libertad de empresa sexual, o la libertad de mercado sexual como una forma de libertad sexual no me parece que tenga que ver con ser antisexo sino más bien con ser anti-capitalista y anti-prostitución. Por eso sería más ajustado hablar en todo caso de pro-prostitución reglamentarista y anti-prostitución abolicionista.

Pero es justamente en este punto, en la reivindicación y legitimación del “sexo pago” donde se pone en evidencia la importante diferencia de nuestras posturas. Porque legitimar y normalizar el sexo pago es legitimar y reivindicar a los prostituyentes-consumidores. Aquí, muy a su pesar, las lesbianas feministas prosexo terminan alineadas con personajes nefastos como Ruben “La Burra” Contreras, el funcionario Kirchnerista de Santa Cruz que curiosamente también comparte la postura reglamentarista. Un prostituyente que se animo a “salir del armario” y sostener con total liviandad que es “fundamental para la vida normal de un hombre la necesidad de la distracción, de estar con una mujer” advirtiendo a la población de la inevitable ola de violaciones que tendría lugar en caso de que se cierren los prostíbulo. Por todas estas razones patriarcales, Contreras, se pronunció a favor de la reglamentación de la prostitución.

Este terrorismo heterosexista de Contreras, pone de manifiesto, que la prostitución de mujeres sigue siendo una forma paradigmática de imposición de la Heterosexualidad Obligatoria donde el derecho masculino de uso y abuso del cuerpo de las mujeres no admite un no por respuesta. La prostitución de mujeres sigue siendo una escuela de heteronormatividad y de reproducción de masculinidades prostituyentes. Aunque quizá, en los tiempos integracionistas de la ley de matrimonio igualitario, se esté intentando ampliar el mercado y los privilegios antes exclusivos de los varones, de convertir a las mujeres o a travestis gays y trans en servidorxs sexuales se expandan hacia nuevos sujetos. ¿Será que la legitimación del “sexo pago” presentado como una gesto transgresor tiene también que ver con ampliar el ejercicio del poder prostituyente hacia otras identidades de género de clase acomodada que también quieren ocupar el rol de dominadores sexuales? Estaría bueno entonces que lxs prostituyentes “salgan del armario”, no solo los machos hetero tradicionales al estilo La Burra Contreras, sino los nuevos prostituyentes que roen la exclusividad de los privilegios sexuales de la masculinidad hegemónica porque también quieren formar parte de la casta prostituyente. Lo llamativo es que este placer de dominación, esta violencia de reclamar servidoras sexuales, aparece, a los ojos de la corriente pro-sexo, como un gesto transgresor, que escapa a la heteronormatividad, por no ser reproductivo.

Yo me pregunto: cuando una trabajadora sexual o una mujer en situación de prostitución queda embarazada a raíz del coito-pago ¿Está escapando de la heternormatividad? ¿O será que bajo un Estado reglamentarista la ART pagará los abortos clandestinos? ¿la violencia de un embarazo no deseado en el marco de la prostitución de mujeres no sería entonces una violencia heteronormativa sino un “accidente de trabajo”? ¿Las relaciones sexuales no deseadas no son violencias sexuales sino trabajo?

La perspectiva prosexo defiende los derechos del consumidor sexual a quien nosotras llamamos prostituyentes y esta, como dije anteriormente, es una diferencia clave entre nuestras posturas.

¿Será que los prostituyentes tienen que formar parte de la comunidad LGTBI y tendremos que sumar la letra P de prostituyentesexual? ¿O será que los prostituyentes ahora son feministas que luchan por la libertad de mercado sexual de las mujeres? Porque pobres los Contreras, las “puritanoabolicionistas” no nos damos cuenta de que son transgresores al practicar sexo pago no reproductivo y los “denunciamos” injustamente al no percibir que están luchando, con su sexualidad prostituyente, contra la heteronormatividad. Obviamente que me identifico ideológicamente con la expresión “El hombre nuevo no va de putas” y considero, por el contrario, completamente sexista la figura paradójica de un “prostituyentes antiheteronormativo”.

Hay un libro muy interesante de Beatriz Gimeno, una activista lesbiana feminista española titulado La Prostitución donde escribe lo siguiente:

El empeño de situar fuera de la norma sexual lo que la propia norma ha creado para mantenerse a sí misma, y así hacer pasar una institución de control y represión como feminista y progresista, hace sostener a algunas feministas proprostitución que no sólo es la prostituta la que está en los márgenes sino que también el cliente se arriesga con su sexualidad fuera de la norma. De nuevo, la actuación de la ideología sexual masculina más hegemónica y patriarcal se transforma y se presenta como antihegemónica. Las empresas regalan a sus empleados más productivos noches de burdeles de lujo, Berlusconi ofrece a sus invitados políticos prostitutas de alto nivel, los burdeles proliferan en las carreteras para los menos pudientes (…) ya no hay congreso internacional con cupo masculino, ni espectáculo deportivo de masas, que no tenga en cuenta la prostitución como ocio, todo el negocio alrededor del sexo pago es una de las primeras industrias mundiales… ¿y esto es ser antinormativo? ¿esto es ser transgresor? ¿Cómo va a atentar la prostitución contra el sistema que la crea, la mantiene y que ella misma refuerza permanentemente? (Gimeno: 2012; p.201)
Un último punto que quisiera señalar de la proclama, es que las compañeras nos invitan a que luchemos por la erradicación del matrimonio como institución homo y hetero patriarcal que regula la sexualidad. Nuevamente se invisibiliza la lucha que las feministas hemos dado contra la institución del matrimonio en tanto institución que nace, al igual que la prostitución, de la mano del sistema patriarcal para institucionalizar la expropiación del cuerpo, la vida, la sexualidad y la fuerza de trabajo de las mujeres tanto en el espacio público como en el privado. Lo cual me lleva a la necesidad de visibilizar al menos, a Julieta Lanteri, feminista abolicionista.

En el año 1932, en plena década infame, tiempos en los que las organizaciones que conformaron la primera ola feminista argentina tuvieron que pasar a la clandestinidad por el golpe de Uriburu (1930), tuvo lugar un impuesto a los solteros para obligarlos a casarse. Ante este atropello a la libertad de las mujeres, Julieta se pronunció de la siguiente manera:

“Estoy en contra del matrimonio, si lo que quieren es multiplicar la especie para eso no es necesario unirse a un hombre durante toda la vida. El matrimonio suele ser una monotonía, con frecuencia un aburrimiento grave. Libertad, Libertad, Libertad!! En la variedad está el gusto”

A los días de haber desafiado públicamente al Gobierno de Agustín P. Justo y su impuesto a los solteros, Julieta es atropellada por un vehículo manejado por un simpatizante de la ultraderechista liga patriótica. A causa de este dudoso acontecimiento nunca esclarecido, la fundadora de la corriente abolicionista argentina muere el 25 de febrero de 1932.

Conclusiones: Abolicionistas travestis, mujeres y lesbianas juntas revueltas y hermanadas.

Luego de este recorrido, tenemos que el Estado Proxeneta, la policía, los prostituyentes, los cristianos moralistas, los fiolos y los tratantes son los verdaderos habitantes de la película “eterno abolicionista”. Pero todos estos agentes del sistema prostituyente, es decir, los que se enriquecen y gozan a costa de la explotación sexual de mujeres y travestis, no son abolicionistas, son los ideólogos del prohibicionismo y también, como pudimos ver en el caso de La Burra Contreras, promotores del reglamentarismo.

Nosotras, las abolicionistas, no habitamos ese prohibicionismo devenido “eterno abolicionista”, habitamos un movimiento donde travestis, mujeres, lesbianas y bisexuales nos hermanamos para luchar contra un sistema prostituyente que, como dije anteriormente, ha violentado y violenta nuestros cuerpos sexuados de múltiples formas. Estas solidaridades entre nosotras no entran en la sesgada mirada prosexo…

A pesar de estas invisibilizaciones, hay una realidad en movimiento, la realidad de las travas, las tortas y las mujeres abolicionistas organizadas en esta lucha contra la prostitución porque para nosotras la prostitución significa violencia, la prostitución significa desigualdad… La estrategia de la metafísica del lenguaje que nos propone “si no puedes romper tus cadenas resignifícalas y gózalas” no nos cierra… Nos convence mucho más luchar por un orgasmo libre, colectivo, popular y gratuito como dice ese lindo cantico, que por una reglamentada, normalizada y estatizada libertad de empresa sexual.

Para terminar, quiero compartir las palabras de la compañera Diana Sacayán que expresan una historia de luchas abolicionistas en la cual me inscribo con orgullo:

Cómo se les cae la careta a algun*s: Sigan promoviendo la explotación y violencia de niñas travestis que pateadas de todas partes, no tienen otra opción que vivir de la prostitución. Sigan defendiendo el maltrato, el abuso y violación sistemática de niñas travestis que terminan/ terminaran muriendo a los 32 años producto del ultraje y las vejaciones que viven, de lo que ustedes pretenden llamar trabajo. Háganlo desde su comodidad intelectual y desde sus intereses mezquinos. Ustedes volverán a la comodidad de sus escritorios, a su sapiencia, y con los grandes financiamientos que son aportados a esta campaña para legalizar estas violaciones sistemáticas de Derechos y tomarlas como un trabajo, nosotras daremos la más desigual, pero DIGNA de las luchas. Y nuevamente, como siempre lo supieron hacer, nos traicionaran de la mejor manera. Nos trataran de moralistas, nos acusaran de Prohibicionistas y se animaran incluso a desconocer la histórica lucha que las travestis supimos iniciar contra los códigos contravencionales- Lucha que incluso nos costó la cárcel a muchas, incluyéndome – y de inmediato añadirán que no respetamos el derecho a decidir, borrando por completo la bandera enorme que al respecto enarbolamos y de la que aprendíamos orgullosamente de nuestra aliadas feministas y del Movimiento de Mujeres. Reflexionen por favor un segundo.... Nunca más a costa de nuestra sangre, nunca más a costa de nuestro sufrimiento. ¡NUNCA MAS![2]


[1] https://www.facebook.com/amancaylafe/posts/10202079102597538 1 de octubre de 2013


[2] https://www.facebook.com/amancaylafe/posts/10201971952438851 1 de octubre de 2013







PONENTE:
 



Andrea Benítez, docente de escuela primaria, integrante de colectiva feminista abolicionista "Colectiva Pepita Guerra".
benitezal@yahoo.com.ar





PONENCIA: Prostitución real o prostitución de fantasía
(esta ponencia fue leida por Claudia Kris, en ausencia de Andrea)

Algunas ideas, inquietudes y contradicciones surgidas de la nota de Andrea Lacombe con las subnotas de Noe Gall y Valeria Flores sobre las “feministas por-sexo” y el “trabajo sexual” (entre otras expresiones públicas pro-reglamentarismo).

Al leer la nota publicada el viernes 13/09 en el suplemento “las 12”, me surgieron una serie de inquietudes, y molestias sobre cómo encara lo escrito la idea del “trabajo sexual” como forma de empoderamiento y politización de los cuerpos de mujeres y travestis, en un mundo donde el 95% de quién está en situación de prostitución son mujeres en primer lugar, luego travestis y niñxs. Y que quién es considerado “cliente” en esta actividad es, en el 95% de los casos, un varón, aun cuando el prostituido fuere otro varón.
 Las mujeres prostituyentes o “clientas” aparecen en la realidad cotidiana actual como casos aislados, más allá de que pueda ser fantasía de unas cuantas más. ¿Cuestión de género? Sin lugar a dudas. 

Me pareció que la nota hacía una introducción sobre las libertades, el uso de los cuerpos, el empoderamiento de las mujeres, para luego criticar duramente a la Campaña Abolicionista, y a todas las “feministas abolicionistas” como objetivo principal de la nota, presentándonos como un poder hegemónico, moralista, academicista y represivo, omitiendo que muchas de las integrantes de la Campaña Abolicionista, entre otras mujeres y travestis que no integran la Campaña, han estado en situación de prostitución y se definen a sí mismas como feministas que abiertamente militan por la abolición del sistema prostituyente. Por lo tanto quién no conoce la Campaña ni la militancia de estas activistas, puede concluir fácilmente en que existe un binarismo bien polarizado: por un lado están las “trabajadoras sexuales” que piden la reglamentación de la prostitución como un trabajo, como única voz legítima por ser ellas las únicas afectadas, y por otro, las feministas abolicionistas, teóricas universitarias, ajenas a la prostitución como medio de vida, que queremos abolir el sistema prostituyente, en contra de los intereses de las trabajadoras sexuales. Este binarismo es totalmente falso, por un lado porque muchas de las feministas abolicionistas que se niegan a reconocer y a regular la prostitución como trabajo, han estado en prostitución como medio de vida. Por otro lado, porque muchas reglamentaristas, tienen una concepción teórica y no práctica de la prostitución (y no por eso menos válida en tanto mujeres) ya que no ha sido experimentada, y menos como único medio de vida. Binarismo falaz, pero creíble y eficaz.

Me pareció muy inquietante que la nota pusiera el mismo énfasis en denunciar a la Campaña que en denunciar el Estado, proxenetas, funcionarios y policías, situándonos a las abolicionistas en un lugar persecutorio, violento y represivo, como si hubiésemos sido nosotras, las creadoras de los edictos policiales y el estado proxeneta.

Por otro lado me pareció muy raro, pero no me sorprendió porque sucede con mucha frecuencia, que en ningún momento el análisis sobre prostitución incluyera al otro protagonista de la historia, parte fundamental en esta práctica sexual: el “cliente”. Nosotras lo llamamos prostituyente, porque quien paga manda. Y en el patriarcado el que paga es el varón. Y es ahí donde disentimos plenamente, porque el abolicionismo no concibe analizar la prostitución sin el varón- prostituyente, con su pene real y su real violencia histórica.

No vivimos en un mundo ni sin varones ni sin géneros. La violencia hacia las mujeres en cualquier ámbito es una realidad innegable. El feminismo es un camino para visibilizar esa violencia e intentar erradicarla. Por eso no pude evitar preguntarme:

¿En serio sintieron la necesidad de equiparar al feminismo con la policía? ¿En serio van a poner tanto esfuerzo en cuestionar a un grupo de mujeres (y algunos hombres) organizadxs que disienten con ustedes, pero que cuestionan el carácter tradicional y machista de la prostitución, sin siquiera nombrar a los prostituyentes?
¿En serio la idea es presentarnos a las “feministas abolicionistas” como a unas supuestas “doñas Rosa” que nada sabemos de sexo porque jamás hemos experimentado una práctica sexual “contra hegemónica”, separándonos de las supuestas “ transgresoras” pro-sexo(¿), antes que señalar a los machos violentos? Pregunto, porque separar a las “putas” de las “no putas” que es la lógica del cristianismo, que nos viene dividiendo hace dos mil años.
¿Es realmente el abolicionismo el que le da herramientas a los policías para perseguir a las compañeras, o es este Estado proxeneta al que poco le importan las mujeres?

Todas estas preguntas me surgen porque la prostitución es, por sobre todas las cosas, una institución. Una institución del patriarcado cuyos beneficiarios directos son los hombres. No es la suma de las personas que se prostituyen, sino un sistema. Y cada vez que leo argumentos reglamentaristas, los “clientes” o no aparecen, o aparecen limpios de toda violencia, y “las trabajadoras sexuales” aparecen como por fuera del sistema prostituyente.

Otra pregunta que me surge cuando leo que la prostitución puede ser una forma real de empoderamiento en tanto “sexualidad disidente” es ¿Desde cuándo la prostitución es reveladora y transgresora? Si es más vieja que la escarapela; si forma parte del menú sexual de cualquier macho heterosexual padre de familia.
¿Desde cuándo que los hombres tengan acceso a nuestro cuerpo y dispongan de él (como lo han hecho siempre) a su antojo, es símbolo de empoderamiento? Yo pensaba que empoderamiento era sacarnos de encima la sexualidad idiota de muchos de ellos.
¿En qué sentido es liberador que los hombres te penetren cuando quieran, cómo quieran, por dónde quieran, aun a sabiendas de que lo que media la relación sexual no es el placer mutuo sino el placer egoísta de una sola de las partes? Yo pensé que liberador era dejar de “consentir” y empezar a desear (Con o sin falo de por medio, pero negociando y buscando el placer de ambos).

¿Para qué disfrazar el concepto de prostitución con lindos términos como “trabajo sexual”, “empoderamiento político” “práctica sexual contra hegemónica” si la prostitución es lo que es: el derecho eterno de los hombres a alquilar nuestros cuerpos un ratito, y violentarlos a su antojo, pagando por nuestro displacer.

Sentí que la nota tenía como eje principal denostar a la Campaña, más que hablar de la sexualidad, placer y erotismo de las mujeres. Aunque la nota afirma que las feministas no hablamos de sexo, de penes, semen y sudor no deseado no se escribió una palabra. Me pareció que el segundo eje era simular que la prostitución en tanto práctica sexual disidente, puede ser una opción diferente, cuando en realidad el patriarcado nos ha reservado un eterno lugar en el prostíbulo y en las esquinas. (Por supuesto que nuestro “lugar” en el prostíbulo es el de ser putas, expertas en “dar”, que es lo que debemos hacer las mujeres).

Se redefine la prostitución como una de las “prácticas sexuales disidentes” cuando en realidad es una práctica tan vieja y conservadora como ir a misa, porque la sexualidad del hombre joven, viejo, casado, soltero, rico, pobre, desocupado, universitario, flaco, gordo, solo o en grupo, incluye en algún o varios momentos de su vida, pagar por sexo. La prostitución atraviesa la sexualidad de los hombres mucho más que la nuestra.

Por otra parte, la idea de creer que “Los derechos que reclaman” no afectan a todas las mujeres, travestis, niñas y niños, también es falsa, ya que además de su “derecho a prostituirse ellas solas” se legitima el derecho de los hombres a tener grupos de mujeres a disposición para divertimento sexual masculino, reafirmando esta idea histórica de que el hombre además de necesitar una esposa (o pareja sin papeles) para que le críe a los hijxs, necesita de las putas, para reafirmar su condición de hombre hecho y derecho.

Es hablar de “acceso a derechos”, que inmediatamente terminan beneficiando la sexualidad masculina hegemónica, antes que darnos herramientas a las mujeres para repensar nuestra forma de relacionarnos con esa sexualidad masculina y de repensar nuestra concepción “servicial” de nosotras mismas, ya que lo que es una práctica aceptada como “trabajo sexual” y más aun, como “práctica sexual disidente y placentera”, no tiene por qué ser cuestionada y mucho menos desalentada, y que quien es “cliente” no es un prostituyente producto del machismo, sino un usuario del servicio ofrecido. ¿Para qué señalarlo entonces? ¿Para qué ofrecer a las mujeres/travestis en situación de prostitución oportunidades reales de acceso a otros trabajos, si están siendo beneficiadas con el “derecho adquirido” a prostituirse? ¿Para qué cuestionar la sexualidad violenta de tantos maridos y padres, si en realidad estarían “brindado” oportunidades a las mujeres de experimentar una “sexualidad disidente”, “contra hegemónica”, placentera y elegida? 

Es extraño pensar la prostitución en estos términos porque no hay nada más heteronórmico e hipócrita que el hombre que va de putas. La prostitución no le escapa a la heteronorma patriarcal y abusiva, porque el derecho histórico a sentir placer a costa del displacer de “la otra” existió siempre. Poder decir que no, negarse a los penes no deseados, es en esta sociedad desigual, es una gran conquista para las mujeres. 

El activismo feminista que “confunde” delito con moralidad y que equipara la prostitución con la trata, es el mismo feminismo abolicionista de las mujeres que han estado en situación de prostitución, y al no querer reconocerse” trabajadoras sexuales”, rompieron con AMMAR-CTA, incluso habiendo estado desde los comienzo de la organización. Nada que ver con esa mentira de que las abolicionistas salimos únicamente de la universidad) muchas abolicionistas mujeres y travestis se hicieron en la esquina y en la cárcel. Incluso gran parte de los conceptos teóricos que usa el abolicionismo, han sido invención de estas valientes compañeras, que han reconceptualizado el abolicionismo aportando su propia experiencia y sus propios términos. La pregunta que me surge es si las autoras desconocen la militancia de las “putas abolicionistas” o la omiten por alguna razón.

Según la nota, el discurso abolicionista ha copado todos los medios de comunicación, cuando muy por el contrario, no tiene espacio de la misma manera que el reglamentarismo, en ningún lado. A“contrapelo” de este contexto político, muchas estamos en las redes sociales intentando explicar las razones por la cuales queremos la eliminación del sistema protituyente. De hecho, el mismísimo sentido común, dice que la mujer que está en prostitución, “lo hace porque le gusta”. Si nuestro país fuera tan abolicionista como dice ser, y las feministas abolicionistas fuéramos tan hegemónicas como dice la nota, escucharíamos a muchxs hombres y mujeres hablando sobre la responsabilidad del prosituyente, sobre la vulnerabilidad de las mujeres, sobre el sistema patriarcal. El sistema es proxeneta, no abolicionista.

Del nombrarse “lesbianas y feministas pro sexo”, se desprende que las abolicionistas somos anti-sexo que es la misma lógica de los Pro- vida, cuya intencionalidad es mostrarnos como anti- vida a quiénes luchamos por el aborto legal, además de ligarnos con el ala más conservadora de toda sociedad. 

El abolicionismo no quiere la criminalización de la actividad (todo lo contrario, los códigos contravencionales deben ser eliminados de la faz de la tierra) sino la responsabilización y cuestionamiento al “cliente” y a sus costumbres.

Por eso disentimos, porque para nosotras es primordial cuestionar al cliente, para el reglamentarismo evidentemente no, así como cuestionamos el rol tradicional de los hombres en cualquier institución del patriarcado, y nuestro rol de abnegación.

Si vamos a hablar de sexo, hablemos en serio. Halemos abiertamente de qué nos pasa a las mujeres(a todas) cuando la relación sexual se “soporta” en vez de disfrutarse. Cuando a pesar del bendito consentimiento, el deseo y la excitación no aparecen. Cuando en vez de calentura hay asco y miedo. Cuando “toleramos” los penes en nuestras vaginas, anos y bocas hasta la repulsión. Cuando “hay que aguantar” para darle al otro lo que espera, aunque el dolor se haga insoportable. Hablemos de cómo se siente una mujer cuando coge bajo amenaza de muerte, hasta dejar satisfecho “al otro”, quedándose sola con su soledad. Hablemos del semen no deseado, de las palizas, de los escupitajos, los insultos, los manoseos, el sudor y la mierda de los “clientes”. Hablar de prostitución sin hablar de los penes-picana, es tomarnos el pelo a nosotras mismas.

La prostitución es una práctica sexual, nadie niega esto. Lo que repudiamos es que en esta práctica la mujer/travesti es tratada como un cacho de carne con agujeros por parte del varón. El “cliente bueno” no existe porque ni bien se pregunta a si mismo qué carajo está haciéndole a esa mujer, deja de ser cliente. En cualquier otro contexto, que la mujer tolere las relaciones sexuales, sería considerado un abuso, incluso cuando la mujer diera su “consentimiento”. Aparentemente “el pago” viene a borrar el abuso para convertirlo en trabajo y o práctica sexual aceptable.

Por supuesto que queremos erradicar esos “modos de hacer el cuerpo” porque creemos que para la enorme mayoría de quienes están en prostitución, esos son modos de hacer mierda el cuerpo.
Porque la “autonomía corporal y sexual” se te acaba cuando no podes negociar nada con el macho que tenés acostado encima, abajo o atrás (macho al fin, negociemos).

Porque “lo erótico y lo placentero” en la prostitución (siendo la puta), huele más a “mujer bonita” que a realidad. Aun cuando alguna mujer elija autónomamente el papel de puta que ya le han escrito hace siglos, el goce, para la mayoría, será más que esporádico.

No nos negamos a que las mujeres usen su cuerpo como forma de trabajo (todos usamos nuestro cuerpo como forma de trabajo) nos negamos a que en el imaginario social, los hombres tengan derecho a alquilar la intimidad de las mujeres/travestis. Cuestionamos al hombre que va de putas, la golpea, la ultraja y que luego se acuesta en la cama con su señora esposa, pero antes besa en la frente a sus hijxs. Cuestionamos al varón que paga para sentir la satisfacción de no negociar el placer, de humillar y de abusar. Cuestionamos que cuanto más dinero posea el varón, más “pretencioso” y violento pueda ponerse.

La prostitución no es posible si hay “justicia erótica”. Cómo se logra la justicia erótica sin ni siquiera elegir con quién sí y con quién no. El patriarcado no creó los prostíbulos para que hubiera justicia erótica. Poe eso los hizo lugar exclusivo de los hombres.

Es extraño que se sientan tan agraviadas por las declaraciones de la campaña y que los hombres no les hagan ni un poquito de ruido.
Que para el Estado la prostitución sea ilegítima, no quiere decir que no sea el mismo estado, el que la garantice para siempre. No se olviden de que cualquier funcionario del estado es prostituyente, cuando no fiolo.
En una sociedad de iguales, sin géneros, podríamos repensar la idea de ganar dinero con sexo. Con machos como éstos, no.
No podemos hacer un análisis serio sobre “trabajo sexual”, si estamos dispuestas a hablar de tratantes, policías, funcionarios y políticos, pero curiosamente sin nombrar al cliente.

La prostitución no es “contrahegemónica”, es pura abnegación de la mujer, para dar placer a cualquiera menos a ella misma. Es aplaudida por cualquier buen cristiano y hombre de ley.

Para empoderarnos a través del sexo, debemos dejar de consentir a los machos y buscar nuestro propio placer como se nos dé la gana, lo cual incluye poder decirle que no al macho cada vez que lo consideremos necesario (y será necesario ténganlo por cierto).

En el contexto político actual es más que necesario salir juntas a la calle, a ponerle freno a una sociedad que se contenta con que la mujer/travesti “consienta” la relación sexual. El consentimiento no garantiza el placer. En una sociedad machista, las mujeres somos expertas en consentir.

El sexo heterosexual no siempre es reproductivo, por eso abortamos, por eso usamos anticonceptivos. Tampoco es siempre monográfico, ni “misionero”. Ese es otro intento de dividirnos en putas y santas, o sea, un plagio a la biblia.

“El feminismo reglamentarista de la academia” nos acusa de lo mismo de lo que peca, ya que despliegan su enorme caudal de herramientas teóricas a favor del “trabajo sexual” sin haberse parado en la esquina jamás en la vida. Y como ya he mencionado anteriormente, decir que las abolicionistas somos solo universitarias, es negar a las abolicionistas en situación de prostitución y a las sobrevivientes. 

No hay nada que evidencie más la “la matriz heterosexual” de la sociedad que la prostitución. El “trabajo sexual” no resquebraja el sistema heteronormativo, porque existe desde los comienzos de la sociedad patriarcal, en tanto institución funcional a los hombres de todas las clases sociales. Que algunas mujeres con muchas otras posibilidades y medios de vida, deseen experimentar una sexualidad reducida al deseo de los hombres y cobrar por ello, no borra el carácter histórico e institucional de la prostitución como destino de las mujeres en extrema situación de vulnerabilidad.

El problema no es la “mercantilización general de los cuerpos dentro del sistema capitalista”, al que todxs estamxs sujetxs de una u otra manera, sino que el pago borre el abuso real, el displacer y sufrimiento millones de mujeres, y en cambio lo vuelva aceptable y lo convierta en un trabajo y en un derecho adquirido. La explotación de cualquier proletario en este sistema, no es comparable con que ese mismo proletario te desgarre el ano y la vagina. Una cosa es el uso del cuerpo y otra el sacrificio.

La prostitución también es tan parte de la heteronorma como e matrimonio. El patriarcado nos ha tenido desde siempre reservado un lugar en la cocina y en el prostíbulo. Decidirse por el prostíbulo como una forma novedosa de politizar el cuerpo es negar que ese lugar ya nos fue designado y que en esta película, los papeles para nosotras, ya fueron escritos.

Todas las prácticas sexuales supuestamente disidentes son bienvenidas mientras se asegure el placer de la mujer, su satisfacción, su deseo y su integridad. La prostitución es fundamentalmente un tipo de sexualidad y fantasía masculinas. Son muchos más los prostituyentes que las prostituidas. No nos resignemos a ser “expertas” en el placer de “los otros”. 






PONENTE: 

Cristina Hanuch

Docente, feminista, integrante de la Campaña Abolicionista Ni una mujer mas victima de las redes de prostitución – coordinadora de talleres de formación de larga trayectoria



PONENCIA: 

El prostituyente como responsable
La prostitución, sin duda alguna, es una manifestación más de la violencia de género

No es un fenómeno nuevo, pero la profundización del capitalismo la ha llevado a cifras inimaginables.

Siendo una de las instituciones fundamentales del patriarcado capitalista, en su análisis, requiere tener en cuenta las relaciones de poder en lo económico, social y sexual, que se expresa en la familia, la sociedad y los estados, por parte de los varones

Es el más violento punto de unión entre el patriarcado y el capitalismo

La prostitución es un fenómeno incorporado al debate feminista en el siglo XIX, poniéndose en discusión en la sociedad, a fines del S XX.

Al visibilizar a los prostituidores, mal llamado “clientes”, queda aun, mas clara, la desigualdad entre hombres y mujeres , siendo la prostitución y el mal acompaña, la trata, una de las mayores esferas de desigualdad y poder.

La figura del prostituyente, está construido sobre el presupuesto que el hombre tiene un deseo irrefrenable y una urgencia sexual irreprimible. Esto es un mito, en un estudio realizado por la “Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres” de Madrid concluye en que “Los clientes justifican el uso de la prostitución basándose en la diferencias tales como masculinidad y necesidades sexuales naturales. Sin embargo la compra de servicios sexuales no responde a un impulso natural e instintivo, sino a un hecho cultural que se educa, por tanto puede cambiar. Dicho acto, requiere de premeditación, disponibilidad, tiempo y dinero. De hecho los hombres acuden con mayor frecuencia hacia el final de la semana. Es un acto altamente planificado”

Los resultados de estudios realizados sobre el perfil del prostituyente, en la comunidad de Madrid, por la comisión, antes mencionada, el que se podria extrapolar a todas las sociedades construidas en el patriarcado, concluyen en:

¿Quién es?

Es un varón, heterosexual de todas las edades, de todos los niveles sociales y de estudio, estado civil, con y sin hijos/as, que a cambio de dinero, utiliza temporalmente el cuerpo de una mujer o de persona trans para su propia satisfacción.

Demandan cada vez mujeres más jóvenes, extranjeras, provenientes de países, llamados exóticos.

La mayoría desprecia a las mujeres que “compran”. Obtiene una representación escenificada (manifiesta o no) del poder de genero que tiene sobre la persona protruida.

El prostituyente, en cada acto rehace su virilidad, que se basa, fundamentalmente, en el acatamiento a su deseo, por parte de la persona prostituida, revalorizando, así, su auto imagen y reforzando su machismo.

Son varones de carne y hueso, que conviven con nosotras y nosotros, que son nuestros afectos más cercanos y esto hace más difícil visibilizarlos como responsables de mantener el sistema prostituyente.

El prostituyente es el que garantiza la existencia de la prostitucion, sin embargo permanece en el anonimato.

La sociedad, ante estas conductas, permanece pasiva, con una aceptación implícita, por lo que da vía libre al aumento de la demanda, extendiéndose, la oferta y la demanda de la prostitucion infantil, turismo sexual, en eventos deportivos, que conlleva al aumento de la trata de mujeres y de niños y niñas

La penalización del cliente prostituyente
Desde el estado se propone la penalización del prostituyente, pero previamente deben establecerse políticas públicas que trabajen en forma integral sobre todo el sistema prostituyente, restituyendo derechos económicas sociales y culturales para que nadie tenga como opción recurrir a la prostitución y para que quienes quieran salir de ella cuenten con las posibilidades de hacerlo.

Desde el abolicionismo, sabemos que es un mensaje importante para la sociedad penalizar un acto que se considera violatorio de DDHH, no obstante sostenemos que solo con la penalización del prostituyente no se lograra eliminar la demanda de cuerpos , si no hay un cambio real, que se construya desde bases de igualdad ( equidad) y de respeto a los Derechos básico.

La Cámara de Senadores de la Nación aprobó en su sesión del 12 de setiembre -y giró a Diputados- un proyecto para penalizar al cliente de trata de persona. Creemos que se quiere llegar, con este proyecto de Ley, a diferenciar prostituyentes penalizables, de otros visualizados como “consumidores libres”.

La puerta que se esta abriendo es peligrosa, porque esta penalización, sin resolver otras patas del sistema prostituyente, clandestiniza y vulnerabiliza, aun mas, a las personas prostituidas, seria como aceptar, que hay personas que son prostituidas con el uso de la fuerza y otras que se prostituyen por propia voluntad y de esta manera, se estaría naturalizando esta violencia y aceptando esta violación a lo DD.HH

Por eso, sostenemos que

Cualquier intervención en este problema se debería tener en cuenta las representaciones que en el imaginario social legitiman la prostitución.

La demanda de cuerpos de mujeres, niñas y niños son actos de violencia extrema, por lo que es necesario acabar con esto, mediante la educación en la igualdad de derechos entre mujeres y hombres., en el ejercicio de una sexualidad libre y ejercida en igualdad

La legislación del Estado o los tratados internacionales, necesarios como son, nunca serán suficientes para remover las prácticas convalidadas por las costumbres ancestrales de los derechos de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres, derechos de los poderosos sobre el cuerpo de los débiles.

Insistimos en la urgencia de establecer políticas publicas integrales de restitución de derechos y de prevención, con educación, salud y trabajo


Bibliografia Feminismo par pirncipiantes de Nuria Varela




PONENTE: 


 Silvia Beatriz Olivera

Licenciada en Historia, perteneciente al grupo las Lilith feministas de Tucumán



silvitaolivera@hotmail.com



PONENCIA:

 "Tucumán: Sexualidad, capitalidad corporal porstituyente - deconstrucciones mentales"

sera subida próximamente




Esta mesa fue coordinada por Marcela D´Angelo














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